jueves, 2 de abril de 2009

Las lágrimas de Shiva

El 5 de Diciembre llovió sobre el barrio de Hammond. Una lluvia fina, suave y cálida, demasiado para el mes de Diciembre. Llovió dulce pero constantemente, sin detenerse, sin prisas. Alguien desde su cama desnuda escuchó el canto de lluvia. Atraída por las sabias voces de las ninfas de las nubes se refregó los ojos con las manos, y se levantó con cuidado de la cama sintiendo un leve mareo que la hizo detenerse contrariada. Pero las ninfas la incitaron a seguir. Abrió la puerta y no escuchó el crujir de las bisagras, abandonó la habitación y no escuchó los ronquidos de su ciego amante ahogados bajo la almohada. Cruzó el pasillo no sintió el frío del suelo en sus pies desnudos, por que también su alma se desprendía de su ropa en silencio, en el silencio de los dioses. Abrió otra puerta y continuó sin sentir el tacto del metálico pomo en la puerta, por que no fue ella quien giró el pomo. Fue una semidiosa, exiliada del cielo, creciente en sí misma, la hija ilegítima. La empujó hacia el jardín y la abandonó bajo la cúpula del cielo. Lágrimas. Lágrimas. Lágrimas. Lágrimas en sus ojos, lágrimas que no eran del todo suyas. Amor. Amor. Amor que nadie le había dado hasta ahora. Abrió los brazos y al fin sintió algo, lo más puro que jamás la había tocado, la claridad de la noche, el murmullo del silencio, que le hablaba, que la llamaba, que repetía su nombre. Pero ese nombre no era es suyo. Las ninfas la acariciaron, la limpiaron y la hicieron virgen. Y entonces, en un suspiro. Se fundió con la lluvia, su piel se resquebrajó y se fragmentó en gotas de rocío, su alma se disolvió en la paz. Su corazón se derritió bajo una lluvia de amor ácido. Sintió una ansiada calidez, una ardiente benevolencia. Después mucho frío. Y después, la nada, total y absoluta.
Al alba, Shiva cesó de llorar. El 5 de Diciembre, sobre el barrio de Hammond, alguien se levantó de su cama y se refregó los ojos con las manos. El 5 de Diciembre, sobre el barrio de Hammond, una diosa regresó al Olimpo.