sábado, 14 de noviembre de 2009

El Bobo Bob. Mientras tanto, un camino de baldosas.

Derecha rojo, izquier

da blanco. Derecha rojo, izquierda blanco. Derecha rojo, izquierda…


-¿Qué estás haciendo?- con curiosidad y extrañeza, hizo que Harley perdiera el ritmo durante un par de milésimas de segundo.


Unas milésimas no eran mucho, pero bastaban para romper el equilibrio. Aún así, solo Harley lo notó, e ignorando esta pequeña catástrofe en el orden universal reanudó su tarea y respondió sin levantar la cabeza, divertida.


-Ando según los colores de las baldosas.


-¿Las baldosas? ¡Qué graciosa eres! – y se rió.


Harley siguió ignorándole, con una media sonrisa en los labios. Una sonrisa intocable, pero nerviosa.


-Oye, y ¿te diviertes?


-Eso no importa.


-¿Cómo? ¿Por qué?


-Por que no importa.


Si se hubiera tratado de otra persona, alguien como Ren, no hubiera tenido ningún reparo en prolongar la conversación. Con Ren todo era un poco más fácil, por que aunque no siempre lograba comprenderla a la primera, conservaba parte de esa esencia mágica, lo suficiente como para entender muchas cosas sin necesidad de preguntar. La respuesta a por qué Harley andaba siguiendo una serie basada en los colores de las baldosas era obvia. No existía tal razón. Ya que para Harley, no todo atendía a razones y más cuando se trataba del comportamiento humano.


Pero Bob no era Ren. Para Harley, Bob estaba clasificado entre una de esas personas que hablaban con ella como si un perro le hablara a un caballo tratándolo como a una mascota. Compartiendo ambos el mismo dueño, claro. Tenía pretensiones de hombre maduro, creativo y soñador, pero en realidad solo era uno de tantos hombres que se creían capaces de comprender muchas cosas, aunque en el fondo no tenían ni idea de nada. Un intento de algo, como la mayoría. Solo que éste intento en concreto, era inusitadamente pesado, y se tomaba unas confianzas que Harley encontraba ofensivas. Aunque seguramente éstas confianzas le habían valido en muchos casos el título de persona maravillosa, amable y comprensiva, para Harley siempre sería el Bobo Bob.


No importa lo mucho que intentara explicarle cosas para ella básicas, nunca lo entendería. Se limitaría a soltar un convencido “Ah, vale” o “Ah, ya veo” y se olvidaría del tema al poco tiempo, por que al contrario de lo que quería pensar, su mente ya habría tachado la información como inútil y la habría desechado al Vertedero de los Pensamientos Olvidados. Y eso era palpable en sus expresiones y su forma de hablar, estúpidas y pueriles como sacadas de un guión forzado de La Casa de la Pradera. En conclusión, a Harley le daba grima Bob Chansey, el Bobo Bob. Y por eso, intentaba ignorarlo lo más posible o evitar sus charlas inútiles, faltas de carácter.


-Ah, vale.


Y aquí, Harley se cansó de contar baldosas.


-Bueno, tengo que irme.


-¿Ah, si? ¿A dónde?


-A visitar a mi abuela, que está un poco pachucha –Mentira.


-Ah, pues muy bien, adiós. Y dile a tu abuela que se mejore de mi parte. Y tu, cuídate.


-Lo haré, gracias-Mentira doble.


Harley giró casi bruscamente al llegar a la esquina, pensando en alejarse lo más pronto posible del aura negativa del Bobo Bob.