Embelesada con tus dos Venus
púdicas, me ahoga el agua que mana de sus ánforas, y al verlas llorar caí en el
desengaño. Eran dos Dianas coronadas con perlas, y quise arrancarles las
diademas para verlas libres.
Pero Apolo amaneció en tu cabello
y lanzó estrellas a tu piel, mientras Perséfone se desmayaba en tus labios
esparciendo una ardid de semillas que condenan la mitad de mis estaciones.
He visto
un efebo rubio, un Apolo kassel. Un Eros, un Dorian Gray y hasta al Narciso que
mora en los manantiales puros. He visto todo Lesbos arrodillarse ante un suspiro y los labios impretéritos de
Safo murmurar una oda frustrada.
Rezas por
mi bautizo y mi salvación, has buscado en vano un Dios que me ilumine y no te
percatas de que amaré por siempre la maldición de mi herejía ¿Porqué querría
adorar una vacua deidad cuando eres todo un panteón, que da cobijo a mis
ángeles heridos y mis demonios hirientes?
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